jueves, 20 de septiembre de 2012



UNA PERSONA, UNA VIDA: Agapito Casanova


Una persona, una vida, me parece un buen título para éste nuevo espacio en A CADA PASO, en el que trataré de contar la vida de nuestros mayores, de lo que pasaron en su juventud, de las penurias que vivieron, de cómo se las ingeniaban para hacerlas más llevaderas y de cómo se las arreglaban para vivir.

Agapito Casanova Arenas nació en Arenas de Cabrales el tres de Marzo de 1926, y desde pequeño se vio obligado a trabajar en casa con su familia cuidando el ganado y, también desde bien joven, a ponerse al servicio de quien le pudiera pagar algo, como tantas otras personas: "Trabajaba en casa y servía un amu. Me vi en la obligación de hacer las dos cosas desde bien chicu. Llegué a servir a una familia de Casamaría" (Provincia de Cantabria).
Así estuvo hasta los veinte años, hasta que en 1946 se fue a Salamanca para hacer el servicio militar. Dos años estuvo Agapito sirviendo a la patria, y a la vuelta, otra vez a lo mismo, la servidumbre y el ganado.
En 1949 se casa con Generosa, la cual se hace cargo del ganado mientras que Agapito trabaja "por onde se podía" y ayuda también a su mujer en las labores del campo.
No tardaron en llegar sus dos hijos, Estebana y Ramón, con lo cual los gastos eran mayores y no había manera de conseguir más dinero. Fue entonces cuando Agapito tomó la decisión de emigrar a Alemania. Y  fue entonces, cuando en Octubre de 1962, con otros cinco vecinos de Arenas, pusieron rumbo al país germano dejando atrás a su familia: "No fue un viaje de un día no, tardamos muchu más. De aquella no era como ahora que tienes las autopistas, no. Había que pasar por muchos puelos y por unas carreteras que agárrate". Pero no eran las carreteras lo peor. Lo que más temían los viajeros era que los pillaran y no los dejaran entrar en el país. "Llegamos a cerca de la frontera, allí nos dejaba el coche y teníamos que pagar a un hombre para que nos cruzara, y pa eso teníamos que bordear un prau y entrar por más allá. Ya no me acuerdo lo que nos costó, pero le pagamos un cuantu".
Una vez pasada la frontera los llevaban a un bar: "El bar de los españoles,en el que nos dejaban estar allí unos días, pero sin cocinar. Pero ¿quién aguantaba sin comer caliente?....Un día compramos una pota pa hacer comida y olía abaju en el bar, entonces la que hacía la limpieza, una paisana entrada en años nos subió a llamar la atención. Y así estuvimos hasta que, pocu a pocu, nos fuimos colocando, unos en la construcción y otros, como yo,en una fábrica de conservas"
"Allí, a los españoles del norte los querían porque trabajábamos muchu, así que encontrar trabaju no fue problema.
Así hasta el añu siguiente que ya fue la muyer y los jíos pa allá. Y lo buenu fue que los jios ya eran grandes y ya podían trabajar".
Agapito nos relata que no fue tan fácil como lo cuenta ahora, "no teníamos preparación ninguna, casi no sabíamos leer en castellanu, estábamos en otru país y no entendíamos nada de lo que nos decían. Lo buenu es que como se necesitaban trabajadores, y nosotros trabayabamos muchu, pues así todos contentos.
No, los primeros años fueron muy duros, ahora después, ya no había problema".
Y así hasta 1981, que fue cuando regresaron a su casa del Molacín. 
Sentados los dos en la cocina van contándome anécdotas de esos años en Alemania y de su vida en general. Fue una charla muy entretenida la que tuve con estos dos vecinos de Arenas, y desde aquí quiero darles las gracias por compartir su vida conmigo.
La nota graciosa de la charla la puso Agapito cuando les iba a sacar la foto: "No me pisques (pellizques)", le dijo a su mujer mientras posaban. Una gran pareja.

Agapito y Generosa

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